martes, 22 de febrero de 2011

Insomnio

Desperté aun con los ojos cerrados. Desperté. Desperté y sentí  ese nuevo golpe de realidad,  sin querer abrir los ojos como si esto pudiese evitar lo inevitable. Una vez mas era sacada de aquel mundo de sueños, para darme cuenta de mi existencia material y limitada. Aunque no solía recordar de qué trataban esos viajes oníricos que tanto hacían que amara mis escasas noches de pernoctación, la sensación ambigua que me invadió  al despertar, se apoderaba rápidamente de mi cuerpo, avisándome que todavía no había llegado el momento.
Noches eternas en vigilia, en la espera de algo que no conseguía concretar en palabras ni en imágenes, pero que lograba aterrorizarme al punto de desvelarme semanas enteras. El insomnio    ya era bienvenido en mi como aquellos familiares que aunque no se quisiera, había que recibir en el hogar.  Con aceptación, pero inoportunamente.  Así  logré entender, después de una larga seguidilla de episodios de igual carácter, a aquel sabio que sermoneaba a Zarathustra respecto de la virtud de dormir: es que así era, el dormir es la cualidad del buen hombre, nunca del atormentado.
Y bien atormentada estaba que, cuando un párpado caía pesadamente cubriendo mi ojo, ya el otro se levantaba con tal sobresalto y rapidez que ni un segundo de lo que ocurría a mi alrededor era perdido de vista. Madrugadas y madrugadas en vela, siguiendo con paranoia esas sombras que me acosaban y que mi cabeza, en un afán por revelarse quién sabe porqué, jugaba a inventarse.  Si, esa era su diversión. Al menos así parecía. ¡Y bastante divertida de hecho! Sobre todo cuando no solo afectaba mis noches, sino también mi eficacia mental durante el día.

¿Acaso mi cerebro estaba en una conspiración en mi contra? ¿Se estaba llevando a cabo en algún lugar dentro de mi cavidad craneana un intento de derrocamiento a algún tirano que dominaba y esclavizaba a cada una de mis neuronas; y estas,  valiéndose de su cualidad como interpretes de estímulos provenientes de eso que llamamos realidad, recreaban el infierno en mi cabeza? ¡Toda un revolución! ¿O es que este infierno ya había sido mi huésped  desde hacía varios años (no solo en mi cabeza sino en mi pecho, en mi alma, o donde fuere) y ahora estaba dispuesto a hacer de mi su nuevo hogar permanente, siendo este  el efecto de su escandalosa mudanza y anticipando lo que ya vendría?

Sea cual fuere el motivo, la razón o la causa, la realidad de que cada día  (considerando que se sumaban sin piedad las horas sin descanso) mi cuerpo me pertenecía menos, era por un lado una condena de la que no creía poder escapar, como así también un alivio..
Con el desgaste que demacraba mi vida y la gran disputa entre mi imaginación (o quizás mi realidad) y el sueño que quería llevarme hacia otro lugar, no era más que aquel barrilete que de pequeña solía remontar. En una guerra entre el instinto y la necesidad, solo estos parecían aliarse para destruir la poca cordura que poseía. No era sorpresa entonces que ya harta de ruidos y voces que se gritaban una por sobre la otra, decidiese dejar todo al azar. Sin estrategias y sin voluntad (y casi sin vida, mi cuerpo ya se encontraba débil) me entregue a la cama que me aguardaba en silencio.

Despacio me dirigía a ella para recostarme en su cuerpo de madera. A medida que me acercaba podía sentir ese escalofrío que generaba su presencia cargada de una traición que sin duda alguna llegaría. SI. Seria ella quien me entregaría. Al sueño, que me quería como su víctima, rencoroso por todas las noches que de él logre escapar; al fuego de una locura que no podía controlar y que se metió en mi cuerpo sin dar aviso alguno.  Si, había estado enfrente mío todo este tiempo..  
Un diluvio de dudas. Eso era en la única parte de mi mente que lograba controlar. Como gotas filosas caían mis pensamiento, cada hipótesis, alimentando ese vaso lleno de confusión que era mi cabeza, donde cada molécula de agua era el resultado de un pensamiento anterior que ya se había derretido para dejar de ser parte de mi conciencia y convertirse en este caos interno.
Caminando con pasos firmes hacia ese traidor verdugo que estaba a punto de entregarme, pudiendo incluso materializar mis miedos, un nuevo interrogante se había presentado, quizás para no ser respondido nunca. ¿Sería mi cama que, cansada de todas esas noches de derroche y vicio donde mi cuerpo se tendía muerto sobre ella, incluso a veces bañándola con los efectos del alcohol y la mala vida, habría reencarnado con ayuda de la almohada en pesadillas? Planteado esto, una serie de imágenes fantasiosas habían atravesado el interior de mis ojos, viendo como estos simples muebles complotaban mi destrucción. Así era. Mi almohada, después de tantas noches de consuelo absorbiendo mis lágrimas, debatiéndose mis dudas y pagando las condenas de mi culpa había tenido que permanecer despierta, sin tregua, y ahora pedía venganza.
Ya perdía toda luz que iluminase mi razón. Cargando con mis delirios a dos entes sin vida como las causantes de mi miseria, había llegado a un límite. Era hora de enfrentar a mi enemigo, era hora de hacer humo el infierno que se instalaba en mi.
Sin más, silenciando todo ruido, entregándome a una pena de muerte que yo mismo me había impuesto , me desplome en la cama. Esperar. Todo lo que quedaba era esperar.
Dicen que calma es lo que antecede a la tormenta, así lo creía; y mientras sentía que la serenidad aguardaba para entrar en mi, no podía evitar recordar eso. Viene la tormenta. Así afirmaba, no había dudas.

Un, dos, tres, cuatro segundos de calma, seguido instantáneamente de paranoia..Un, dos, tres, cuatro, cinco segundos de calma..paranoia…seis, diez, cientos, miles segundos de calma, y descontando.. Empezaba la cuenta regresiva mientas entraba a mis oídos el eco de esa voz que anunciaba que después de la calma viene la tormenta, hasta que en forma de grito, ese mensaje rompió toda posible tranquilidad.
Delirios. Estaba presa, atada a mi cama por ligaduras invisibles que me ahogaban en ella. Desesperación, confusión, terror  y agonía; consumados en un mareo sin fin y desorientación, falta de control (desde el primer día nunca lo tuve). Estaba ciega, y ninguno de mis otros sentidos quería responder ante la falta, pero lo sentí. Ahí llegaba. Ya se adueñaba de mi, me llevaba, me asfixiaba, me mataba. Ya estaba dentro mío. Era tarde y no tenia salvación. Todo se volvió negro.

Desperté. Sin abrir los ojos desperté. La traspiración aun bañaba mi cuerpo, recordando que todo fue verdad. Desperté. El olfato me informaba que la lluvia había mojado las calles fuera de mi hogar, y el olor a tierra mojada me confirmaba donde estaba. Desperté. Sufría la resaca, producto de unas cuantas botellas de sufrimiento y pánico. Desperté. Desperté en fin. Nada más importaba ya. Había despertado, y solo quedaban resabios de una noche que jamás comprendí, y que prefería no recordar.
Entre alegría por haber sobrevivido a quien sabe que, y miedo de no saber en que estado, abrí los ojos. A pesar de la lluvia, asomaba vergonzosa la luz del sol. Nada fuera de lugar; el único testigo de lo acontecido era mi cuerpo tembloroso y lleno de sudor, y mi cabeza confundida que no paraba de martillar. Aun así, comencé a sonreír. La hermosa sensación de haber  dormido y encontrado en mis sueños a mi peor enemigo, saliendo este vencido, compensaba las bajas de la batalla. Porque si, era conciente que era tan solo una batalla en una lucha eterna contra mi propia persona.
Pero hoy, hoy era feliz. Había sobrevivido. Aun no llego el momento.

Sofia

1 comentario:

  1. AUN NO LLEGO...LUCHAMOS POR SOBREVIVIR,ANTE UN MUNDO TAN PEQUEÑO Y A LA VEZ TAN VASTO Y CRUEL...

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