lunes, 21 de febrero de 2011

Noctambulismo

Hacía horas que caminaba perdido por el desierto de aquella ciudad dormida. Otra madrugada mas donde la soledad se dejaba abrazar con extraña fuerza. Era de esperarse, después de varios días sin dormir y con la paciencia agotada, no querer contar con nadie mas que esa botella tan vacía de juicios y reproches. Ninguna melodía tan hermosa como el silencio profundo, eco de la muerte de todos los sueños que jamás iban a ser recordados. Indiferente al vicio y derroche que se contempla cada anochecer  al transitar las calles de la asquerosa Buenos Aires, iba un poco perdido, autista ante la inmundicia que me rodeaba.
Y que ficción parece el día al encontrarse uno merodeando solo cuando el sol ya escapo por el implacable horizonte amurallado por  edificios. Como una simpática careta que se cae y deja al descubierto una serie de facciones mudas y sombrías; como el mas divertido teatro cuando baja la cortina y los reflectores se enfrían lentamente..
El noctambulismo salvaje y carroñero, siempre en vigilia de alguna víctima inocente, o a veces no tan inocente, esperaba la oportunidad de realizar su ya rutinaria sucia jugada. Pero  no lograba preocuparme.  Tenía poder. Esa sensación de infelicidad, miseria pura de un alma en pena, ese dolor asomado del pecho que daba aviso  que el infierno mismo se encerraba dentro de mi ser, y que gritaba que si hasta  el propio diablo, de acercarse a mi, podría resultar condenado por el mas tortuoso castigo, inimaginable y terrorífico incluso  para el conocido rey de los males, traía consigo la potencia de un blindado, impenetrable a cualquier intento criminal en mi contra. Mi mas profunda herida, ese estigma que he de llevar siempre conmigo, era así mi mas confiable guardaespaldas..

Sofia

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